domingo, 27 de enero de 2013

Té para Tres

Encuentro casual

Gabriel no había estimado un número, una canción, el fragmento de un poema o una ciudad en particular para distinguir una casualidad de otra. Cada una discurría sobre sí sin que pudiera reconocerla con la inmediatez con que se imagina el mundo.

Aquella noche Gabo, así lo llaman sus padres en casa desde muy pequeño pero nunca delante de sus tías, tomó un baño por más tiempo de lo habitual. Fue para ir a ver al chico que le gustaba en ese entonces. La cita era en Sagitario, una discoteca que detestaba así que era raro verlo por ahí. Llegó a la fiesta en compañía de dos amigos y con más o menos tres cuartos de crema para cuerpo y muchos menos bellos de lo que estaba acostumbrado a ver sobre él.

Esa noche el chico esperado de perilla definida jamás llegó. Unos días después Gabo recibió un e mail con un lo siento por el plantón. Gabo nunca más quiso saber de él; sin embargo eso no fue así.

Luego de una larga espera había entendido que la fiesta estaba ahí y que no era parte de ella, por eso decidió que era momento de volver a casa. Sus amigos creyeron lo mismo y fueron por un taxi. De pronto notaron que se habían quedado con solo un billete bastante grande para un taxista a medio amanecer, así que volvieron por la última cerveza.

Mientras tanto alguien más estaba en la fiesta en busca de la cogida de la noche en algún rincón del local o tal vez en sus siempre ocupados baños luego de regar la pista de baile de cerveza.

Lo extraño de las casualidades es que las descubres mucho tiempo después, cuando haces de la probabilidad, metafísica para dar cuenta de tus angustias o fijaciones.

Las circunstancias habían obligado a Gabo a volver a la fiesta, él decidió esperar  en medio de la gente mientras sus amigos fueron por la última cerveza. De pronto sintió un empujón por la espalda al que hizo caso como si el instante estuviera destinado a ser congelado en el tiempo y en su mente.

Es muy peligroso creer que la casualidad trae consigo un mensaje. Y mucho más peligroso si se cree que ese mensaje encierra una promesa de amor. Gabo no lo sabía aún hasta mucho tiempo después, cuando Tamara le habló de las seis casualidades que estuvieron alrededor del surgimiento del amor de Teresa por Tomas y viceversa. De esta manera Gabo buscó explicar su fijación por el chico que conoció al volver a la fiesta,  al no aparecer la persona que esperaba por un percance, cuando se dieron cuenta que traían un billete demasiado grande para pagar al taxista y cuando sus ánimos bordeaban el suelo mojado por  la cerveza de la discoteca en un instante donde no hoyó música alguna, sino la cínica voz con que le preguntó:

- ¿Nos conocemos?

Dermesto

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